domingo, 9 de noviembre de 2025

Una brillante idea

Nadie daba un duro por nosotros, pero logramos estar juntos veintiséis años. A los dos nos hacía ilusión celebrar las bodas de plata, por lo que decidimos posponer el divorcio unos cuantos lustros. Así callamos  bocas, muy especialmente la de su madre -ella no daba ni una peseta- y, de paso, le dimos tiempo a nuestra Laurita para que acabara su Máster en Finanzas.
 

Fue justo en nuestro quinto aniversario cuando a él se le ocurrió la brillante idea de que escribiéramos las iniciales de nuestros nombres en todas nuestras pertenencias: libros, discos, macetas, e incluso toallas. De esa manera, si un día nos divorciábamos, nos resultaría más fácil hacer el reparto. Compramos rotuladores permanentes y empezamos colocando las cuatro iniciales de nuestros nombres en la esquina superior derecha de cada libro. Nos vimos en la obligación de poner las cuatro letras (MABM y MABN) porque nuestros nombres coinciden en las tres primeras.


Íbamos a empezar a marcar los vinilos cuando aporté una modificación a su brillante idea: prescindir de las iniciales, que podían llevar a equívoco, y dibujar unas tetitas en los míos y una pollita en los suyos (el diminutivo se ajustaba a la realidad, pero eso no se lo dije). Aunque ninguno iba a querer apropiarse de los discos del otro (a mí Raphael no me hace tilín y él ni siquiera sabía quién era Raffaella Carrá) hacer esos dibujitos se nos antojó divertido y nos pusimos manos a la obra.


Fue un poco más complicado convencer a la dependienta de la tienda de bordados de que nos hiciera esos mismos dibujos infantiles -ella no los veía así- en nuestras toallas blancas de algodón egipcio. Pensarán ustedes que hubiera bastado con repartírnoslas equitativamente, pero yo tenía la teoría (nunca compartida: callar fue clave en el éxito de nuestro matrimonio) de que sus toallas amarilleaban más -aquellos bordados terminaron probando que estaba en lo cierto-. No hubo compra que antes de entrar en casa no se decidiera si llevaría el sello de la pollita o de las tetitas (hacer los sellos fue una ampliación de la idea brillante). Con respecto a las fotos, decidimos hacer dos copias y colocarlas en sendos álbumes. Más adelante, en la era digital, nos ahorramos este gasto. 


Veintiún años más tarde no imaginan ustedes lo fácil que ha sido encargarle a la empresa de mudanzas que embalaran todo de acuerdo al sello de cada cosa, desde los electrodomésticos a los imanes de la nevera. Nos han felicitado por ser tan previsores. Nunca habían encontrado una pareja de recién divorciados que se lo pusieran tan fácil. Lo han embalado todo en cajas idénticas y en las etiquetas, además del contenido, han dibujado la correspondiente pollita o tetitas. Les ha llevado apenas cinco horas y tres operarios hacer la mudanza. Al acabar hemos recibido un sms para informarnos de que todas nuestras pertenencias van ya camino de nuestras respectivas direcciones. No obstante, añaden, han dejado en la casa un objeto que, por ausencia de “pene/senos” (palabras textuales) no han sido capaces de embalar. 


He sido yo quien ha llegado antes a nuestra casa. Confieso que he sentido cierta pena al encontrármelo abandonado en mitad del que hasta hace unas horas era nuestro salón; mis pasos se hacían eco del eco según me acercaba hacia él. Lo he cogido por las asas y con mucho cuidado, el mismo que ponía MABN al quitarle el polvo, lo he bajado y depositado junto al contenedor de basura de nuestro portal. Cuando he pasado con el coche tres minutos más tarde ya no estaba allí. Pongo la mano en el fuego en que ha sido mi ex quien lo ha cogido. Nunca lo admitió, pero incluir ese jarrón chino en nuestra lista de regalos de boda fue idea de su madre, QEPD.


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