Joven, proactivo y resolutivo
|
Foto: María Brito |
El hombre del
traje negro pasa de largo. No reconoce en el adiestrador de conejos al “joven
con buena presencia, proactivo, que empatice fácilmente y resolutivo” que anda
buscando. Esta mañana, como cada mañana desde hace tres años, el propietario
del conejo consultó las páginas de empleo en Internet, leyó esas mismas
palabras y tampoco se reconoció en ellas. Es cierto que ya no es joven, pero,
antes de que el hambre le dibujara esos surcos en la cara, podía presumir de buena presencia. Lo de proactivo no ha sido capaz de
encontrarlo en el diccionario; debe de ser un sinónimo del dinámico de los años ochenta. Entonces también buscaba trabajo;
eran los años de su incorporación al mundo laboral; consultaba las páginas color sepia
de El País, seleccionaba las ofertas
que le interesaban, sacaba fotocopias de su curriculum y los enviaba por correo
postal. Antes, le pedía a su madre que acariciara los sobres y pronunciara
aquella “suerte mulana” que durante toda su formación tan buena fortuna le
había traído. Se trataba de una expresión aprendida en los años que vivieron en
el Sáhara; jamás se presentaba a un examen o a una entrevista de trabajo sin antes
oír esas dos palabras. Había estudiado electrónica en un instituto
de formación profesional. Su primer trabajo consistió en colocar cámaras anti-robo
en empresas y particulares de Puerta de Hierro y Mirasierra. La crisis también golpeaba fuerte y los robos estaban a la orden del día. En los noventa trabajó para
Telemadrid y le gustaba alardear de ser uno de
los testigos del atentado de los GRAPO. Luego llegó el contrato con “laTelefónica”
–con artículo- y los
bancos le pusieron la alfombra roja al cuasi-funcionario.
Todo eso le parece ahora parte de la prehistoria. Hace tiempo que dejó de creer
en la suerte. No recuerda cómo le vino a la memoria aquel gitano de la cabra y
la escalera de su adolescencia, pero fue lo que le animó a echarse a la calle
con su conejita. Buscó un hueco en la calle Arenal, frente a un comercio
con los surcos del fracaso dibujados en sus ventanas, y ahí la colocó; Mulana sí que empatiza fácilmente con
los transeúntes. Para el hombre del traje negro son invisibles. Sin embargo, él, resolutivo,
que yo recuerde, siempre fue.
De rabiosa actualidad pero expresándolo así es más tierno. Espero que acabe su vida laboral en "laTelefónica" y que los conejos sean un entretenimiento para sus hijos.
ResponderEliminarP.D.: conejitos o liebres, no se me entienda mal.