sábado, 30 de julio de 2022

El helado

Foto: María Brito

Según tu hija, en esta foto me parezco a un personaje de Edward Hopper. Yo no sé quién es ese Hopper ni esa señora mayor de la foto, pero este helado de tuno indio está buenísimo. Hoy hemos venido a Agaete; me dicen que es el pueblo donde nací, pero para mí que están equivocados. Eso sí, no saben bien lo que les agradezco que me saquen de la residencia y poder ver rostros sin surcos. Ya sabes que les pedí que no me llevaran a ninguna residencia hasta que perdiera la cabeza. ¡Ay, los pobres, han estado años intentando decidir cuándo sería ese momento! Y no fue cuando encontraron las mandarinas en la mesa de noche convertidas en fruta deshidratada, ni cuando les hice reír a carcajadas al ponerme la rebeca por los pies; ni siquiera cuando mi cerebro empezó a elegir de forma aleatoria las palabras que salían de mi boca (las de hoy salen de corrido; debo tener un buen día). Te contaré que durante un buen tiempo estuve repasando parte de la geografía latinoamericana gracias a mujeres que, de la noche a la mañana, empezaron a decidir por mí lo que tenía que comer, la ropa que debía vestir o cuándo podía ir a pasear. ¡Qué martirio! Yo solo deseaba que llegara la noche o el fin de semana para que fuera uno de nuestros hijos quien me acompañara. Pero entonces empecé a confundirlos: a veces creía que el mayor eras tú o que la niña era mi madre. Nuestra casa de siempre empezó a parecerme un lugar ajeno en el que me incomodaba estar. Y llegó el momento. 


Ahora en la residencia me cuidan unas señoritas muy simpáticas; se ve que les caigo bien; les oigo susurrar que tengo el “Alzheimer bueno”. Al parecer hay uno bueno. ¡Qué suerte que me tocara a mí! Siempre me supe afortunada. Desde hace unos días, o quizás sean ya meses, llevan mascarillas, pero yo adivino sus sonrisas en los ojos. Les robo besos aunque me dicen que ahora están prohibidos. Nuestros chicos siguen viniendo cuando les dejan. Hoy me han traído a este puerto maravilloso que parece que me quiere sonar. Lo que más me gusta de estos paseos son los abrazos clandestinos que nos damos. Huelen a ti. De eso no me olvido.