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Foto: María Brito |
Se ha levantado
como el día: gris y melancólico. Observa a su nieto poner los libros a salvo de la
lluvia. Esta maldita agua siempre ha sido su gran enemiga. No se siente culpable por
maldecirla: sabe que ha inspirado tantas palabras como ha hecho desaparecer. En
algún lugar de esta ciudad hay en este instante un poeta
que, iluminado por estas gotas deslizándose en su ventana, anda uniendo sonidos. Sin
embargo, aquí, en su vieja librería, todos esos sonidos volverían a convertirse
en pasta de celulosa si se descuidase, y la tinta con la que fueron dibujados,
vulgares nubes grises como las que hoy cubren Madrid. Algunos, los agoreros
de siempre, le dicen que no se preocupe por ponerlos a salvo, que los libros tienen
los días contados; él no se lo cree. Dijeron lo mismo del cine cuando apareció
la televisión y ahí sigue Hollywood, llenándose los bolsillos de dólares. “Que
no, que la informática también se va a cargar al cine y la música”, le replican.
De tanto oírlo se lo empieza a creer, aunque sabe que él no va a tener tiempo
para verlo. Mira a su nieto y siente lástima. No entiende por qué se empeña en
seguirle los pasos a pies juntillas. Al igual que él, no quiere saber nada de tecnologías: ni de
móviles, ni de ordenadores, ni mucho menos de blogs o redes sociales. Le explica que negarse a los cambios es cosa de viejos y no son propias de alguien de su edad, y le recuerda que las batallas se ganan desde dentro. Y si no, mírenlo a él, convertido
en personaje de ficción en un blog de una aficionada a las palabras.
Nota: efectivamente, cualquier parecido entre el personaje de este texto y el señor de la fotografía
es pura coincidencia. Al verdadero él lo pueden encontrar en la entrañable Librería San
Ginés, en el Pasadizo de San Ginés, 2, Madrid. Por cierto, si supieran que no
es de su agrado aparecer en este blog, solo tienen que decírmelo.
Buenos días, Maria.
ResponderEliminarComo siempre tus relatos me sitúan. Al don de la palabra, le añades el buen gusto de la fotografía.
Un fuerte abrazo.
¡Muchas gracias, Manuel! Muy halagada con tu fidelidad. Otro fuerte abrazo.
EliminarEl señor-librero que ilustra tu relato pensaría distinto de internet si llegara a leer tu emotivo relato.
ResponderEliminarUn beso.
Aunque sea amor de hermano, me da igual! Tus palabras me llegan. Otro beso enorme.
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