|
Madrid (1976). Foto: familia Brito. |
Después del Sáhara nos mudamos al distrito de Tetuán, pero no el del continente africano.
De la arena del desierto pasamos a la tierra de unas calles madrileñas aún sin
asfaltar. En el 76, cerca de la línea uno de metro de la capital, podíamos correr por calles a las que el hormigón y el alquitrán todavía no habían
llegado. Tenía a mi disposición cientos de metros cuadrados de tierra donde poder dar sepultura a los pájaros víctimas de los tirachinas de mis vecinos.
Una de aquellas armas homicidas cayó un desafortunado día en manos de mi hermano pequeño. Apuntaba hacia un pájaro que, distraído, gravitaba sobre unos cables de
luz. Unos metros por encima, en un balcón de un tercer piso, mi vecina Laura
cantaba desafiante “¿A que no me alcanzas, a que no me alcanzas?”. Aquellas zetas aún nos sonaban
arrogantes. Mi hermano cambió entonces
el ángulo de su trayectoria.
Pasé las
siguientes tardes de una eterna semana sentada en una silla de escay del
hospital de “La Paz”. En silencio, con la mirada puesta en mis botas camperas recién
estrenadas, pretendía no escuchar los comentarios de las visitas que
condenaban al gamberro que a punto estuvo de cegar a “nuestra Laurita”.
Solo cuando se desvelaba mi parentesco, después de múltiples muecas con las que la madre de Laura intentaba acallar los insultos, aquellas condenas pasaban a ser "cosas de niños.”
Es una foto maravillosa.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Susana! A mí también me encanta. ¡Podría escribir tanta historias con esta misma foto!
Eliminar