“Los feos son más fácil de olvidar.” Parecía una
frase sacada de su libro de español para extranjeros del Instituto Cervantes de
Chicago donde trabajábamos. Sin embargo, no estábamos en una reunión de departamento sino tomándonos un helado en la Cheesecake Factory de la Michigan.
La premisa tuvo tal efecto anestésico que nos dejó sumidas en un
profundo sueño en el
que cada una hizo su particular flashback de corazones rotos, mal
heridos e indemnes. Cuando salimos de aquella terrible unidad de
adjetivos comparativos -lo que apenas duró unos segundos- nos
sorprendimos concluyendo al unísono: “’¡Es verdad!” Le siguió una
carcajada
colectiva. Y a continuación el debate: "Siendo el sujeto plural, ¿no
debería concordar con el adjetivo y por tanto decir 'Los feos son más fáciles de olvidar'?"
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