miércoles, 21 de marzo de 2012

Mientras tanto (2)

Foto de Joe C. Moreno
Hay silencios que se leen y escuchan con más claridad que las palabras. Los hay bellos y también dañinos. Una cama deshecha, un olor, una prenda olvidada, una mirada -o incluso su omisión- y creamos un rompecabezas que bien puede reconstruir o quebrantarnos el alma. Hicimos un pacto de silencio y funcionó durante un tiempo. Cuando me propuso no prometernos fidelidad supe que no era mi imagen acompañada de un amante la que tenía en mente. Por eso sugerí callar; entonces pensé que esas elipsis lograrían alargar el ‘mientras tanto’, pero me equivoqué. O igual no. Igual de haber hablado antes ya le habríamos puesto fin. Lo cierto es que durante meses ninguno de los dos necesitó mirar para otro lado. El deseo por poseernos solo respetaba el horario laboral y, alguna vez, ni eso. Redujimos las salidas con los amigos, los encuentros familiares, las horas en el gimnasio -bien es verdad que de ejercicio físico íbamos bien servidos- y hasta las lecturas. Maldije la experiencia que me ponía en alerta de que aquello tenía fecha de caducidad. Y llegó la calma y con ella sus compromisos laborales fuera de la isla. Al principio, la distancia aumentó el deseo; luego, lo fue apagando. Los dos mantuvimos el silencio pactado, pero con el tiempo se ha vuelto ensordecedor; por eso ya no me molesto en hacer la cama, ni en esconder las prendas olvidadas. El silencio habla a gritos y solo es cuestión de que uno de los dos quiera pararse a escucharlo.


4 comentarios:

  1. Preciosos relato, como todos los tuyos. Este, es como la vida misma. Que pronto entramos en rutina, la cual destroza y hace estragos. Siempre tenemos que buscar nuevas fronteras.

    Un fuerte abrazo, María.

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    1. ¡Muchas gracias, Manuel! Y muy cierto lo que comentas. Otro fuerte abrazo.

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