Foto: María Brito |
domingo, 26 de agosto de 2012
Un atardecer más
sábado, 18 de agosto de 2012
Inconsciente
Foto: María Brito |
Estaban de luna de
miel y ningún monumento a judíos asesinados iba a estropearles el posado.
Cierto que hay pocos enamorados que piensen en las víctimas de Napoleón I
cuando posan bajo el Arco del Triunfo parisino, o en las del almirante Nelson cuando
se acercan a Trafalgar Square. Claro que el monumento de esta imagen aún carece
de ese tiempo que todo lo cura con el que cuentan estas dos últimas obras. El
cine occidental, además, ha contribuido a que los muertos de esta barbarie del
siglo pasado nos resulten más cercanos que los que ayer mismo eran bombardeados
en Siria y veíamos casi en directo desde el sofá de nuestras casas. Entender la
razón de esta sinrazón no es tarea fácil. Así que tampoco nos termina de
extrañar la actitud de esta pareja víctima del amor. A él fue precisamente las
películas de la segunda guerra mundial lo que le llevó hasta Berlín; ella hubiera
preferido algo más romántico, Mónaco o Venecia; sin duda, ciudades que también
cuentan con asesinos a sus espaldas, pero cuyos fantasmas han tenido el tiempo
suficiente para esfumarse. Ese hombre con chaqueta oscura que se acerca a mano
izquierda es uno de ellos. El enamorado, ajeno a su presencia, le pide a su
amada que sonría, pero ella, que lo ha visto, es incapaz de hacerlo; corrige su
postura cruzando las piernas y hace un ademán de encoger los hombros. Ya es
tarde. Hay otra cámara que los ha inmortalizado. De vuelta a su país su osadía
y el destino harán que ella termine compartiendo celda con las chicas de Pussy
Riot. Y él, bueno, él sueña con que existan cárceles mixtas y un día pueda
compartir catre con las cuatro. ¡Inconsciente!
domingo, 12 de agosto de 2012
Nido vacío
No entendió qué
hacía aquel nido vacío entre cursos
de memoria, de lectura o de taichí. Fue un funcionario de la Concejalía de
Servicios Sociales quien le explicó el significado de la locución. Ella era
soltera y su nido nunca había estado lleno, pero se aseguró de no pestañear al
solicitar plaza para aquel grupo de terapia. Se había mudado a España hacía
apenas unos meses. María había sido una de las niñas vascas refugiadas en
Inglaterra durante la guerra civil española: “los olvidados”, así los llamaban.
Pensó que si durante tantos años se habían olvidado de ella, por qué no iba
ahora a ser ella quien relegara su pasado al olvido e inventara uno nuevo. Así
fue cómo conoció a Carmen, a Manuela y a su tocaya. Tampoco ellas se conocían
entre sí, a pesar de haber vivido siempre en la misma localidad. Fueron
deshojando una a una los episodios de sus vidas y explicando su desazón al ver
volar a sus polluelos – les gustaba explotar la metáfora –. Dos ya eran viudas
y la tercera aún conservaba marido. María la
rubia, así la distinguían, quiso ser la última en participar. Les advirtió
que su perfil distaba algo del de ellas ya que llevaba sufriendo de nido vacío
desde hacía muchos años. Les contó que tuvo marido y una hija, quien tras un
divorcio agitado había quedado bajo la custodia del padre, y que hacía más de
cuarenta años que no había vuelto a saber de ninguno de los dos. Su condición
de medio inglesa hizo que no dudaran ni por un segundo de su historia - los
ingleses siempre habían sido más modernos para esas cosas -. Ahora comparte con
ellas paseos por la playa. La escuchan ensimismadas, especialmente cuando les
relata los amoríos que siguieron a su divorcio ficticio, cuando aún estaba de
buen ver. Conforme pasan los días se vuelve más desinhibida. Mantiene que sus
senos caídos no son fruto de haberle dado el pecho a su hija sino del nutrido
número de amantes fervorosos que han disfrutado de su cuerpo, aunque a ninguno
supo retener. Le gusta sentirse escuchada y pone tanto sentimiento en lo que
cuenta que ella misma empieza a dudar entre lo real y lo ficticio. Sabe que
también se puede añorar lo que nunca se tuvo.
Foto de Todd Winters |
miércoles, 8 de agosto de 2012
Don't feel like writing!
Foto: María Brito |
Don’t feel like writing lately. Don’t write, then. But
I feel better when I write. Then, write! You never listen to me, do you? Why
don’t you write poetry instead? You need to feel miserable to write poetry. Just
find a good photo and write, or take one of yourself. Half nude? You’d never
publish it! I would! Would you? But I still need a text. Get that piece of
paper on the night table and write anything. Wait, first the pic. Mmm... with
this photo nobody will care about the text. Now, let me write down this conversation
before I forget it; it could be a good start. Will you translate it into
Spanish? As you said, nobody will care about the text.
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