lunes, 4 de junio de 2012

Commuters II

Foto de Todd Winters
Las palabras habían dejado de fluir. Obligaciones laborales y familiares la habían apartado del teclado y le costaba volver a él. Y no es que le faltaran historias que contar. Las ficciones verdaderas no dejaban de cruzarse en su camino. Hacía tan solo unos días la ejecutiva de minifaldas imposibles se había sentado justo detrás de ella. Ajena al volumen de su voz, confesaba a través del teléfono móvil cómo, días antes de separarse de su marido, había metido tijera a todos sus calzoncillos; le relataba a su entretenida interlocutora que, con gran esmero y siguiendo la costura de la cruz de la entrepierna, había hecho cortes de apenas cuatro centímetros: “lo justo para dejarlo con los huevos al aire”. También podía tirar de la historia del hindú envidioso. Cada mediodía, a la hora del cierre de los comercios, le observaba paseando a su perro delante de la perfumería de un compatriota; delante de la puerta principal, sin percatarse del paso de la guagua, dejaba caer el millo que llevaba en los bolsillos: conseguía así atraer la presencia de aquellas palomas que tanta facilidad mostraban para comer y defecar a un mismo tiempo. Personajes resentidos con el mundo, pero también reconciliados. Octavio, el chófer de la guagua, ya no escondía su amor por la pasajera misteriosa y la besaba fogosamente antes de empezar el viaje de las nueve y diez. Nunca faltaban historias, solo tiempo. Una tarde de domingo logró sentarse frente al teclado, leyó su primer texto, Commuters, y volvió a dejar que de sus dedos surgieran nuevas palabras.

4 comentarios:

  1. Maria donde estas mi amor, escribe, escribe y si no , no habernos acostumbrado
    Besitos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Oh, Concha, se me juntó el trabajo, la familia y una gran dosis de vaguería; ¡mala combinación! Prometo volver. Gracias por tus ánimos. Muchos besos.

      Eliminar
  2. Yo también te echo de menos... ¡Ay!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias, Antonio! Observando, escuchando frases rotas por tierras extranjeras (solo entiendo algunas así que le doy a la imaginación) y congelando imágenes. No tardaré en volver. Mensajes como el tuyo me animan a ello. Un abrazo.

      Eliminar