sábado, 11 de febrero de 2012

Enmascarando el miedo

Madrid, 1976 (Foto: familia Brito)
No es un abrazo de hermana mayor, o sí, pero es una hermana mayor buscando protección. Él es tres años más pequeño, conocía mis miedos y  asumió el rol de protector.
Las fobias son casi siempre infundadas, producto de la imaginación de quien las sufre y tan reales como el aire que respira. Consciente de la antipatía que mi fobia a los animales despertaba, siempre intenté disimularla como pude. Me cruzaba de acera cuando veía acercarse un perro; los murales en equipo para el colegio se realizaban en mi casa, libre de animales, y, cuando tocaba la tortuosa visita a la casa-jungla de la tía Yolanda, siempre llevaba pantalones largos y botas, fuera invierno o verano. Además, escondía las manos en los bolsillos de la chaqueta evitando así que un solo centímetro de mi piel se expusiera al roce con los múltiples seres vivos, y muertos, que encontraba en aquella casa veguetera. Mi pavor era el mismo al chihuahua y al pastor alemán que nos recibían en el zaguán que a las aves disecadas que reposaban sobre las estanterías; el loro parlanchín que revoloteaba a sus anchas por el patio de palmeras me provocaba el mismo terror que la alfombra de piel de cebra que se encontraba en el recibidor. La incomprensión estaba servida. Si no lograban entender por qué no acariciaba a su precioso gato persa, cómo iban a concebir que el mero roce del abrigo de piel de camello de tío Chano -otra de las excentricidades de aquella casa de los horrores- me hiciera saltar como un resorte ignorando el Cola-Cao caliente en mis manos o el primito gateando a mis pies.
A base de tantas situaciones embarazosas -y peligrosas-, mi hermano pequeño, aun dolido por no poder tener una mascota en casa, terminó por ponerse de mi lado. Por eso, en esta foto, recuerdo de nuestra primera visita al Parque de Atracciones de Madrid, tomó las riendas. Pude así mantenerme alejada de la piel de ese poni que, seguramente, tampoco quería estar ahí. Y hasta fui capaz de sonreír porque, ante todo, había que enmascarar el miedo.

2 comentarios:

  1. No sé que ha podido pasar en este relato, pero se han borrado los comentarios que había ayer, incluido el mío. De todas maneras te vuelvo a decir que ni yo misma hubiera sido capaz con PALABRAS de describir lo que sentía y siento cada vez que veo animales a mi alrededor, como lo has hecho tú. Genial, como siempre que te leo. Un beso. Capricornio

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    1. Lo siento, no llegué a ver tu comentario. Tuve que volver a publicar la entrada porque daba problemas al enlazarla. Muchas gracias por volverlo a escribir y por tus amables palabras. Un saludo.

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