miércoles, 8 de febrero de 2012

Deseos

Foto de Todd Winters

Pedir deseos es gratis, o casi. Si se los pides a alguna imagen católica, la santa institución te invita a que compres una vela o deposites la voluntad cuando pasan el cepillo (siempre barriendo para casa). Luego están esas fuentes emblemáticas donde puedes solicitar el cumplimiento de un sueño a cambio de una pequeña moneda que arrojas al fondo de sus aguas. Cuando era adolescente, y los deseos se me acumulaban, imitaba este lanzamiento de moneda en los pantanos cercanos a Madrid; usaba pequeñas piedras cuidadosamente preseleccionadas, lo cual salía mucho más económico y, ahora que lo pienso, ecológico. Si conseguía que rebotaran tres veces sobre la superficie del agua tenía el convencimiento de que aquel deseo se me iba a cumplir. Hace tiempo que perdí esta destreza de convertir a las piedras en saltamontes acuáticos, probablemente a base de batacazos de anhelos incumplidos. Ahora me dejo llevar por el destino que, todo hay que decirlo, no me ha tratado mal. Sin embargo, se ve que mi educación católica hizo mella en mí porque, en ocasiones, me veo hablando con él como si del propio Jesús de Medinaceli se tratara. Ya no le pido que intervenga en situaciones relacionadas con amores no correspondidos, ni pretendo ambiciones materiales; son deseos de vida, de mediar ahí donde la ciencia médica desahucia a un amigo o a un familiar. Pero nada, mi destino está tan sordo como esos santos de piedra o madera policromada.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes, Maria.

    Creo en los milagros. aunque al igual que a ti, ninguna de mis peticiones se han realizado. Es cierto, que son muchos los que pedimos y seremos cada vez mas y quizás por un orden de preferencia, mis peticiones están a la cola.-

    Un abrazo

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    1. Hola, Manuel. Creo que todos, en algún momento de nuestra vida, creemos o quisieramos creer en ellos. Gracias por pasarte por aquí. Un fuerte abrazo.

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