Jugó a dibujar figuras de humo cual quinceañero fumando sus primeros porros; su adorado Bob Dylan sonaba de fondo revelando su edad. Entonces dejó caer la bomba precedida, eso sí, por su clásico “no me juzgues, hermanita”. Los dos sabemos que cuando empieza con esa muletilla es que la ha cagado. Nuestra madre nos enseñó a no juzgar sin conocer, pero se da la circunstancia de que lo conozco desde el mismo día en que nació. Liarse con el marido de su mejor amigo es una gran cagada. No obstante, yo sigo instrucciones: miro al infinito, pongo cara de póquer y tarareo Blowing in the wind.